viernes, 25 de abril de 2008

En casa de Mister Yifei

Mathieu era un joven economista belga que había sido contratado por una compañía transnacional para hacer negocios en China. La cosas no le iban mal a Mathieu, aunque últimamente había tenido algunos problemas con unos buques cargueros y por esa razón, saltándose algunos escalones del protocolo, había pedido una cita directa con Mister Yifei, que amablemente lo atendería en su casa en Beijing. Mathieu, que no hablaba chino, se defendía en inglés como todos los belgas y mientras tocaba el intercomunicador del edificio no dejó de parecerle extraño que Mister Yifei lo hubiese citado en su casa en lugar de la oficina. Mathieu subió al ascensor, tocó el botón y observó una vez más la foto que tenía de Mister Yifei. Cuando la puertas del ascensor volvieron a abrirse se encontró en medio de un lujoso apartamento con jardín interior. Una mujer totalmente desnuda apareció de la nada y lo condujo hacia una bañera que soltaba vapor. Allí se encontraban otras dos mujeres desnudas con esponjas en las manos. Las tres lo rodearon y se dedicaron a desnudarlo sin que Mathieu ofreciera resistencia, y luego, empezaron a bañarlo lentamente y con mucha delicadeza. Mathieu cerró los ojos, se entregó y pensó que le encantaba hacer negocios en China. Pero cuando volvió a abrir los ojos descubrió a un hombre que salía del ascensor, con traje, maletín y un rostro muy distinto al de Mister Yifei. El hombre se acercó a Mathieu, dejó caer el maletín al suelo y se sacó una pistola automática de la chaqueta. 

Las tres mujeres se fueron corriendo y a Mathieu se le puso la verga como un flan. 
– Mister Yifei, tranquilo, soy Mathieu, vengo de la compañía para hablar sobre los barcos… 

El hombre cargó la pistola y gritó: - ¡No soy Mister Yifei! Soy Mister Wong. Mister Yifei vive en el apartamento de arriba.

Mathieu buscó saliva en su boca y como pudo respondió: - Pues lo siento mucho, todo es un error y ya me voy… 

Mister Wong bajó la pistola y ahora apuntó hacia los cojones de Mathieu: 
- ¿A dónde vas a ir?

Poniendo las manos sobre sus cojones, Mathieu balbuceo: - A casa de Mister Yifei… 

Mister Wong escupió en la bañera de Mathieu y dijo: - Mister Yifei me ganó al golf y también me robó un negocio... 

Y Mathieu, con lagrimas en los ojos, dijo: - Pues mi compañía puede ayudarlo… 

Y a la mañana siguiente, un descompuesto Mathieu tomó el avión rumbo a Singapur llevando bajo el brazo un contrato millonario firmado por Mister Wong. Una vez más, el capitalismo salvaje le había salvado la vida a un joven economista belga y el mundo será más feliz si no lo sabe.


Venía a salvarnos

Yusmelis no sospechaba que el destino la había elegido para ser la madre del hombre que traería la alegría a nuestro sufrido planeta. El hombre que nos haría sonreír sin sarcasmo, que sería capaz de devolvernos al estadio de la más ingenua humanidad, generosa y alegre, donde al fin se acabarían los políticos, el hambre y las leyes. Ese hombre, que se llamaría Maikel, se encuentra en este momento asomando su pequeña cabeza al mundo mientras su madre grita por los dolores del parto. El Doctor Arturo, las enfermeras y una buena dosis de peridural le dan ánimos, y así Yusmelis da a luz a nuestro querido Maikel que sale y recibe su primeras nalgadas en señal de bienvenida. Pero el niño, en lugar de llorar por las nalgadas, se pone a reír. Y al mismo tiempo su madre, las enfermeras, el doctor y todo el hospital comienzan a reír a carcajada limpia, arrebatados, sí, por esa alegría indescriptible que ya anuncia una nueva era. Y entonces, en medio de las risas, Maikel se resbala de las manos enguantadas del Doctor Arturo, cae al suelo, se rompe el cuello y muere.

Ahora tendremos que esperar hasta que el destino decida contarnos otro chiste malo.

jueves, 24 de abril de 2008

Franz y Gregorio buscan trabajo en la tele

Franz se sentó y observó al hombre que estaba detrás del escritorio. Nada llamaba la atención y nada parecía fuera de lugar en aquella pequeña oficina de tabiques blancos, algo sucia y mal iluminada. Parecía que todo había estado allí desde siempre, incluyendo a ese hombre medio calvo y medio barbudo que escribía algo en un papel.
- A ver… Franz – dijo el hombre levantado los ojos y señalándolo con el bolígrafo- , ¿cuál es tu show?
- ¿Show?... Yo no tengo ningún show.
- Jodeeer… No empecemos. Esto es un casting y si viniste es porque tienes un show o algo que mostrar. Si no tienes nada, pues venga, circula y hasta luego chaval… ¡El siguiente!
- No, no… Espere. Yo tengo una cucaracha.
- Ah, con que tienes una cucaracha…

Franz sacó a su amigo del bolsillo de la chaqueta y lo mostró cuidadosamente sobre la palma de su mano.

- Se llama Gregorio…
- Una cucaracha que se llama Gregorio – dijo el hombre mientras escribía algo en el papel-. Muy bien. ¿Y qué hace Gregorio? ¿Baila?
- No.
- ¿Salta? ¿Vuela? ¿Hace algún truco?
- No.
- Vale, vale… Entonces tienes una relación zoofílica y Gregorio es tu novio…
- No.
- Pues entonces vives en una casa asquerosa, rodeado de bichos y te haces llamar “el señor de las cucarachas”…
- Tampoco.
- Oye, Franz… Aquí estamos trabajando. Aquí hacemos televisión. Aquí buscamos frikis con historias que valgan la pena para un programa que sale en prime time… O me dices que coño hacen tú y tu cucaracha, o se me van...
- Bueno, la cosa es que Gregorio sufre…
- ¿Sufre? Ajá, eso está mejor… Una cucaracha que sufre – volvió a anotar algo en el papel-. ¿Y por qué sufre?
- Porque es una metáfora de la ansiedad, el rechazo y la alienación.
- ¿Una metáfora? ¿Pero qué dices?
- Sí, y además es víctima de un error de traducción. En realidad Gregorio es un escarabajo, pero lo tradujeron como cucaracha y…
- ¿Y qué? ¿Cuándo sufre grita, canta o toca el violín dentro de la ducha? ¿Qué coño hace tu cucaracha Franz?
- Me cuenta historias…
- ¡Bien! Una cucaracha que cuenta historias – volvió a escribir-. ¿Y de que tratan la historias?
- Pues, tratan de la eterna postergación y del vacío existencial del hombre contemporáneo.
- Joder. ¿O sea que no cuenta chistes o historias de la prensa rosa?
- No…
- Entonces no nos sirven. Ni siquiera son lo suficientemente patéticos como para aguantar una sesión de insultos en el plató. Lo siento Franz, pero así es el show business
- Pero si yo sólo quería preguntar sobre algún trabajo…
- Franz, como me caes bien te daré un consejo: búscate un trabajo de funcionario. La burocracia le viene bien a gente como tú. Adiós, Franz... ¡El siguiente!

Franz y Gregorio se fueron a casa, y después de beber el té y compartir una galleta, se bañaron de insecticida y murieron debajo de la cama.