- Mierda.
Eran las 5 y 35 de la tarde. Hora en la que llegaría mi contacto.
Sonó el timbre y me dirigí a la puerta.
- ¿Quién es?
- El abuelito del quinto piso.
- ¿Qué quiere? ¿Una taza de azúcar?
- No. Traigo un disco de Los Zombies.
- ¿Para reír o para llorar?
- Lo siento. Soy sordo.
Abrí la puerta y allí estaba Hans, el perro salchicha que habla. Entró caminando con sus inmensas piernas que parecían zancos de segunda mano.
- Lo siento. Creo que me han seguido.
- ¿Tú eres medio guevón o qué? Si te siguieron, ¿porque has venido? Toda la misión se irá al carajo…
Hans se dirigió a la ventana y encendió un cigarrillo. Me acerqué a su lado, eché un vistazo sobre Caracas y comprobé, una vez más, que parecía una construcción de lego hecha por un niño tarado.
- Habla Hans, si no quieres que te tire por la ventana.
- Se ha descubierto otra cosa… No tiene nada que ver con lo que estamos buscando…
- Hans, no te hagas el venezolano. Quiero que hables como un perro salchicha alemán, directo y al grano.
- Sabes que se dice que han muerto algunos niños que se han lanzado desde sus balcones, con una toalla amarrada al cuello, porque se creían Superman y pensaban que podían volar...
- Sí, lo sé.
- Pues es mentira. Esos niños no han muerto. Por alguna extraña razón, los niños venezolanos que se amarran una toalla al cuello pueden volar.
- Claro. ¿Y a dónde se han ido volando?
Hans abrió la boca para responder pero se escuchó una explosión y un tiro de escopeta atravesó la puerta y le arrancó la cabeza.
Me quité la toalla de la cintura, me la amarré al cuello y salté por la ventana...
¿Fue Baudelaire el que dijo “mi patria es mi infancia?
Eran las 5 y 35 de la tarde. Hora en la que llegaría mi contacto.
Sonó el timbre y me dirigí a la puerta.
- ¿Quién es?
- El abuelito del quinto piso.
- ¿Qué quiere? ¿Una taza de azúcar?
- No. Traigo un disco de Los Zombies.
- ¿Para reír o para llorar?
- Lo siento. Soy sordo.
Abrí la puerta y allí estaba Hans, el perro salchicha que habla. Entró caminando con sus inmensas piernas que parecían zancos de segunda mano.
- Lo siento. Creo que me han seguido.
- ¿Tú eres medio guevón o qué? Si te siguieron, ¿porque has venido? Toda la misión se irá al carajo…
Hans se dirigió a la ventana y encendió un cigarrillo. Me acerqué a su lado, eché un vistazo sobre Caracas y comprobé, una vez más, que parecía una construcción de lego hecha por un niño tarado.
- Habla Hans, si no quieres que te tire por la ventana.
- Se ha descubierto otra cosa… No tiene nada que ver con lo que estamos buscando…
- Hans, no te hagas el venezolano. Quiero que hables como un perro salchicha alemán, directo y al grano.
- Sabes que se dice que han muerto algunos niños que se han lanzado desde sus balcones, con una toalla amarrada al cuello, porque se creían Superman y pensaban que podían volar...
- Sí, lo sé.
- Pues es mentira. Esos niños no han muerto. Por alguna extraña razón, los niños venezolanos que se amarran una toalla al cuello pueden volar.
- Claro. ¿Y a dónde se han ido volando?
Hans abrió la boca para responder pero se escuchó una explosión y un tiro de escopeta atravesó la puerta y le arrancó la cabeza.
Me quité la toalla de la cintura, me la amarré al cuello y salté por la ventana...
¿Fue Baudelaire el que dijo “mi patria es mi infancia?