viernes, 24 de diciembre de 2010

¡Felices fiestas!


Desear un presente borracho y un futuro sin resaca es algo muy ingenuo, pero cuando se acaba el año y tienes unos días de vacaciones, ser ingenuo resulta hasta saludable. 

Hace unos pocos días fue la fiesta de navidad en la guardería de mi hijo Gaston. Fue muy divertido, sobre todo, porque llegó un Santa Claus flaco, muy flaco, a repartir regalos y ningún niño (no pasan de año y medio) quiso acercarse a él. Luego, ocurrió lo que siempre ocurre: lo niños felices y borrachos de tanto comer chocolate, tartas y galletas, y los padres borrachos de beber tanta cerveza. 


El padre de un compañero de mi hijo me comentó que estaba pensando, seriamente, en no celebrar en su casa la llegada de Santa Claus, San Nicolás, el niño Jesús, los reyes magos o cualquier tradición de esas que se traducen en la aparición de regalos por arte de magia. 

- Para mí fue traumático - me dijo - cuando descubrí que los reyes magos eran mis padres. Me sentí estafado. Sí, estafado por mis padres. Y pasó mucho tiempo hasta que pude perdonarlos...


Entonces llegó una mamá con más cervezas y automáticamente cambió el tema de forma radical y empezamos a hablar de pañales y culos irritados...


Han pasado los días y he estado pensando que estoy de acuerdo, que yo también me sentí estafado cuando era niño y supe la verdad. Pero bueno, también es cierto que no me lo tomé tan mal. Sobre todo, recuerdo que mientras duró, me pareció increíblemente único y divertido. 


La magia es verdad y también es mentira. Es una forma de estar y de compartir que tiene su propia moral y que es completamente imaginativa. Nada, como un instante mágico, resume la unidad perdida de la humanidad. Y podría seguir reflexionando y bla bla bla, pero no, es tarde y mañana quiero despertar para empezar a preparar una sorpresa. 


Así que, con el permiso de todos, voy a estafar a mi hijo Gaston.


¡Un abrazo a todos y feliz año!

sábado, 18 de diciembre de 2010

Asesinados por el cielo

Hay que despedirse de Manuel Caballero no sólo porque fue y será un hombre irrepetible, generoso, sabio y con un excelente sentido del humor. Hay que despedirse de él, sobre todo, porque da envidia imaginar las almas de los que tendrán la suerte de oírlo en el más allá. 


Y también, de bolas, da envidia imaginar a los que oíran la voz de Enrique Morente.


El cielo no lo sabe, pero desde ahora, será más rebelde y feliz.


jueves, 9 de diciembre de 2010

Sobre el placer de cancelar amistades que ya no existen


 Alejandro:


No he sabido nada de ti en años (ocho por lo menos), y no sé qué haces ni dónde estás metido.


Así que sólo espero que estés bien y sobretodo, vivo. Sí, sí, lo de vivo es importante, porque me da un poco de cosa lo de estar escribiéndole a un muerto para despedirme de él y de su e-mail.


Porque, bueno, te escribo para decirte que la cuenta de e-mail que realmente uso es otra. Y esta cuenta de hotmail, desde la que te escribo ahora, apenas la abro una vez al mes por razones absurdas y sentimentales (fue mi primera cuenta de e-mail, y en fin, no puedo abandonarla). Lo loco es que cada vez que entro en ella me encuentro con un e-mail tuyo, o más bien, con un e-mail que me ha enviado un robot-gusano-virus en tu nombre, ofreciéndome porno, compañía virtual o viagra, invitándome a alargar mi pene hasta las rodillas, prometiéndome que me haré millonario si ingreso mi dinero en un banco nigeriano o brindándome la oportunidad de infectar mi ordenador con unos cuantos virus.


Alejandro, te guste o no, durante años tu e-mail me ha tocado los cojones profundamente.


Y Alejandro, de verdad, no sé si estás muerto o si has abandonado esta cuenta de correo y ahora la manejan unos robots. Pero hoy he descubierto, luego de recibir otro correo con un link envenenado, que creía que te tenía cariño y que sólo por eso no he bloqueado tu e-mail. En otras palabras: que soy un imbécil, muy lento y emotivo.

En realidad, nos importa tan poco saber el uno del otro que en ocho años nunca nos hemos escrito. Vamos, que ni siquiera nos hemos buscado en Facebook para aparentar algún tipo de vínculo. Y pensándolo bien, ¿por qué coño te tengo cariño? Jamás hiciste nada por mí y yo tampoco hice nada por ti. Simplemente nos caíamos bien porque a los dos nos gustaban las mismas películas hace ocho años. Sí. Eso es todo, o más bien, era mucho y en ocho años de ausencia se ha convertido en nada. Recordarte con tu chandal Adidas hablando de Hal Hartley me transmite la misma sensación de encontrar un viejo trozo de pizza mordido y abandonado en el fondo de la nevera... ¿Por qué no lo he tirado antes a la basura?

Y por eso, e-mail de Alejandro, vete a la mierda y desaparece de mi vida virtual. 
Y tú, Alejandro, si estás vivo, vete a la mierda también y espero que todo el día la gente te fastidie tarareándote la canción de Lady Gaga. Y si estás muerto, púdrete en paz.

Un gran abrazo,

Juan

viernes, 5 de noviembre de 2010

Patrono

Ante un fin de semana de bricolaje y el inevitable ambiente de fanatismo católico desatado que veré cerca de casa gracias a la visita del Papa a Barcelona, llego al trabajo y viene Albert y me muestra un libro sobre la vida de varios santos que encontró la otra mañana tirado en la calle. Lo abro y me encuentro con San Maximiliano Kolbe, un fraile franciscano al que mataron en Auschwitz...


Y milagrosamente, agrego otro oficio a mi lista de trabajos de ensueño: persona en el mundo que decide quién va a ser patrono de qué.     

miércoles, 13 de octubre de 2010

Por las calles de Florencia


- ¿Y no sabes quién es Geppeto? Mira, al parecer Geppeto pasó dos meses viviendo en el vientre de una ballena, comiendo pescado crudo y haciendo trampas mientras jugaba al solitario. Y cuando ya había perdido las esperanzas de volver a ver la luz del sol, resultó que la ballena se encontró con un barco lleno de japoneses siempre dispuestos a violar las leyes internacionales. Aquellos simpáticos japoneses pescaron a la ballena y al abrirla se encontraron con Geppeto, que automáticamente recibió una somanta de palos al ser confundido con un activista de Greenpeace.

Cuentan que días más tarde, Geppeto despertó en un hospital en Tokio y se apresuró a llamar por teléfono a Florencia para tener noticias de Pinocho. Y claro, como suele ocurrir en los cuentos morales, se topó con un final previsible. Disculpa, pero te aclaro que yo conocí a Pinocho y no lo extraño ni un poquito... Y digamos que Pinocho, pues fue víctima de su libertad. Se transformó en un desenfrenado muñeco sexual que terminó consumido en la hoguera de la soledad, el alcohol y las drogas.  

Como puedes suponer, esta moraleja asquerosa y bobalicona no le agradó a Geppeto. Alguien me contó que pasó un año bajo la tutela de psicólogos japoneses hasta que superó el shock y aceptó, al fin, que las hadas madrinas, los grillos que hablan y los niños de madera nunca habían existido. Luego, se dice que abandonó el hospital y que se dedicó al estudio intensivo del karate y el kendo.

Y después, ¡zaz!... Desapareció como una hoja llevada por los vientos del otoño.

Hasta ahora… O mejor dicho, hasta hace tres días. 

Fíjate, por las calles de Florencia no se habla de otra cosa: Geppeto, un vecino al que habíamos olvidado, de pronto vuelve como un noble anciano que saluda a los niños, que golpea a los maleantes y que destroza los bares y las casas de los mafiosos como si fuera el diluvio. Es un héroe y además, tiene una misión: se comenta que allí por donde pasa, Geppeto pregunta por una mujer, una tal "hada madrina". 

- Quiere matarla. – Dicen algunos.
- Es un abuelo fisiculturista y narco. – Dicen otros.
- Y yo, humildemente, pienso que Geppeto es un pobre viejo frustrado, terco y machista. Si la policía no lo detiene es porque Geppeto lleva tres días haciendo el trabajo sucio que ellos no se atreven a hacer. Y la gente quiere a Geppeto, bueno, porque es bonachón, maleducado y porque dice que no es facha. Pero esto se acabará mañana o pasado, ya verás, cuando le pegue una patada a un policía o cuando se encuentre con su hada madrina...- Dijo el taxista mientras me entregaba el cambio.

Bajé del taxi y me quedé un rato pensando debajo de un pórtico. Me abrí la chaqueta y comprobé el estado de mi barita mágica. La lluvia golpeaba las calles de Florencia. Sentí un ligero escalofrío cuando abrí el paraguas y me fui caminando como si supiera a donde ir.



martes, 5 de octubre de 2010

Para ti...

Si fumas, escribes y además estás buscando trabajo, ésta puede ser una buena oportunidad para ti.  

¡Ánimo!







lunes, 27 de septiembre de 2010

¿Cuál será tu último sueño en blanco y negro?


Este domingo se cumplieron 9 años desde que me fui de Caracas. De aquel 26 de septiembre de 2001 guardo muchos recuerdos.

1. Al llegar al aeropuerto, mi novia, el amor de mi vida, mi media naranja, mi currunchunchún florido, me besó larga y apasionadamente y después me dijo: - Te amo. Nos veremos en Barcelona en marzo, ¿okey?...

Ella nunca vino a Barcelona y jamás he vuelto a verla en persona. Pero lo cierto es que el recuerdo de aquel beso es muy bonito.


2. Frente al control de aduana y bajo la mirada de dos Guardias Nacionales, mi madre me abrazó con los ojos llenos de lágrimas. En voz baja y casi deteniéndose en cada sílaba, me dijo: - Juan, por favor, no vuelvas...

Años más tarde, en medio de una conversación telefónica le dije que aquella despedida me había marcado para siempre.
- ¿Por qué? - Me preguntó mi madre.
- No sé... Supongo que fue muy dramática. - Respondí.
- Pues entonces bórrale el "por favor" a tu recuerdo, y quédate con el "Juan, no vuelvas". - Dijo ella riendo.


3. Habían pasado sólo dos semanas del 11-S y la paranoia comenzaba a extenderse en serio. Justo antes de subir al avión, una señora que viajaba con su pequeño hijo a Madrid me hizo una de las preguntas más hermosas que he oído en mi vida: - ¿Crees que viajará algún terrorista en nuestro avión?


4. Horas después, mientras sobrevolaba el Atlántico y disfrutaba de un cigarrillo junto a un grupo de fumadores en un compartimiento del avión (sí, en aquel momento todavía se podía fumar en los aviones, y también se podía viajar con líquidos y con tijeras para las uñas), comenté que me resultaba imposible dormir dentro de autobuses y aviones, y entonces una simpática maracucha me ofreció un Valium para que pudiera echarme un sueñito. Volví a mi asiento y me desmayé antes de haber cerrado los ojos.

Entonces tuve un sueño corto, oscuro y muy borroso. Sólo recuerdo que había una chica a la que no puedo describir. Ella sostenía un arma, o al menos eso intuí, y la verdad es que no sé si llevaba una pistola, una escopeta o una ametralladora. Tampoco recuerdo el timbre de su voz. En realidad, lo único que no he podido olvidar durante estos 9 años son las palabras que me dijo y que resonaron durante días en mi cerebro:

- Juan, no hay paracaídas. ¿Cuál será tu último sueño en blanco y negro?



































































(Si has llegado hasta aquí abajo es porque eres una persona muy curiosa o muy paciente. Hace meses que voy coleccionando estas fotos. Cuando encontré la última, que es la que acabas de ver, sentí que la actriz Daliah Lavi me decía: - Juan, ¡ya es hora de comenzar a escribir una novela!
Creo que le haré caso.)