lunes, 26 de septiembre de 2011

Dos fotos encontradas junto a un contenedor de basura (carrer de Viladomat con carrer Manso)

Como si no se hubiera ido jamás, Vito ha vuelto a Barcelona y el domingo le di una mano para transportar una biblioteca hasta su nuevo piso.

Aproveché y me di una vuelta por Floridablanca 83 y fui otra vez testigo de que todo sigue igual. Lo siento mucho, pero a mí eso de que las cosas no cambien me pone muy nervioso: ni una planta con flores diferentes o alguna cortina nueva, ni siquiera un neón quemado o que parpadeara en el restaurante persa que hay en la puerta de al lado. Incluso, si un día van allí, descubrirán que el número 83 se halla en el lugar más oscuro de esa calle y disfruta de una discreción que no merece. Una y otra vez di la vuelta a la manzana para volver a encontrarme con los preciosos balcones de este edificio y, repito, el sentimiento de que todo siga igual a mí me da ganas de correr. Y a punto estuve de hacerlo, pero la verdad es que no lo hice por una razón muy poco romántica: llevaba chancletas.

Así que cruce por Viladomat y me alejé al ritmo de las chancletas que golpeaban mis talones al caminar. Me lié un cigarrillo, lo encendí y cuando estaba a punto de llegar a carrer Manso, encontré estas fotos junto a un contenedor.

FOTO 1 

Un grupo de jubilados al que le gusta jugar a la petanca (bolas criollas en Venezuela) posa orgulloso en medio de la cancha.


Sin embargo, algo importante está ocurriendo al hombre que se encuentra en el lado izquierdo de la foto. Veamos una ampliación:



Efectivamente: el hombre está mirando hacia al lado izquierdo y además, es muy probable que no haya sobrevivido a esos shorts tan ajustados (pantalones cortos en España). Tal vez le cortaron la circulación de las piernas y ahora, quizás, está muerto...


FOTO 2

Foto de una boda en los años ochenta o principios de los noventa. Primero, el extraño encuadre que hizo el fotógrafo impide que sepamos de qué tamaño es la boca de la novia. Y segundo, el misterioso gesto de las manos que comparte con su futuro marido sólo puede significar una cosa y además... 


Veamos una ampliación de la foto:



Sí, ese es el padrino de la boda. Sonríe porque sabe la verdad y el pobre no sospecha la terrible responsabilidad que conlleva saber la verdad. La verdad es tan peligrosa y sus gafas son tan grandes que nada puede garantizarle la salvación. Sí, es muy posible que ahora el padrino esté muerto...


Así que, luego de sentir el inconmensurable placer de matar a dos personajes de una trama que desconozco, partí en dirección a la casa de Vito. Lo siento por ellos, pero algo tenía que cambiar por Floridablanca 83. 



jueves, 26 de mayo de 2011

Quedan cinco hojas




Esta mañana salió el sol. Salió por allá, detrás del horizonte. Salió en silencio y muy tranquilo pues no estaba Carl Sagan ni ningún otro especialista narrando su salida. Fue casi como si no ocurriera. Así, de pronto, salió.






Primero fue Montse y luego fui yo quien sacó un apestoso café de la máquina. Y mientras luchaba por no quemarme los dedos con el vacito de plástico, pensé que hace tiempo que no veía un amanecer. Y quise decirle algo a Montse, pero ella se me adelantó:

- Mmm... El café de mierda de hoy sabe distinto al café de mierda de ayer...

Nos reímos. Después subí las escaleras sosteniendo el vacito caliente, entré en la oficina y dije:

- ¡Buenos días Isabel! ¡Buenos días Víctor! ¡Buenos días Mike! ¡Buenos días Flavia! ¡Buenos días Sergio!... Y todos me dan los buenos días, enciendo mi ordenador y de pronto, me le quedo viendo a Sergio...


En ese momento todavía no sé lo que va a pasar hoy. Son las 8 y 15 de la mañana. Al mediodía, una de las diseñadoras entrará al baño de mujeres y se encontrará con que alguien ha cagado en el suelo. Sorpresa... ¿Cómo es posible?... Escándalo... ¿Quién habra sido?...  Irritación... ¿Hasta dónde hemos llegado?...Y muchas, muchas risas. Todos hemos sido educados en universidades y por tanto, todos somos sospechosos. Gracias a este acontecimiento, a la hora de la comida viviré uno de las instantes más divertidos que cualquiera puede vivir: hablar de escatología con un grupo de catalanes.

Y a las 4 de la tarde, Marie me llamará para contarme que nuestro hijo Gaston, a punto de cumplir dos años, acaba de cagar por primera vez en su bacinilla. Marie estará exultante. Yo me llenaré de orgullo y, ¿por qué ocultarlo?, casi lloraré de la emoción al vislumbrar un mundo sin pañales...





Todo eso pasará hoy, pero ahora, no lo olvidemos, yo me le quede viendo a Sergio.

Detrás de mis ojos hay una pantalla. Desde la nada, en ella se proyecta la imagen de Sergio de pie, igualito como es Sergio, todo vestido de negro y con el rostro muy serio y los cabellos despeinados para taparse la calva. Y Sergio, en aquella imagen onírica, se acomoda las gafas, me observa y dice:

- Quiero estar ocupado para tener tiempo libre.

Y ya. Eso fue todo. 

- Sergio, acabo de recordar que anoche soñé contigo. Y es raro, porque yo casi nunca me acuerdo de lo que sueño.

Todos se giraron y me vieron extrañados. Sergio se quitó los auriculares lentamente y dijo:


- ¿Ah, sí? ¿Y qué pasaba en el sueño?


- Nada. Estabas de pie y me decías: quiero estar ocupado para tener tiempo libre.

Sergio repitió la frase en voz baja y observó al suelo...

- Y... Bueno... Tiene lógica. ¿No?


Y todos asentimos con la cabeza y nos miramos como si hubiésemos entendido algo. 

Me giré, puse Cello song de Nick Drake y dejé que el día volviera a empezar.  



lunes, 24 de enero de 2011

Monument a l'art de la dicció - Monumento al arte de la dicción - Monument to the Art of Diction * Carrer Comerç (El Born)


Este monumento está dedicado a todos aquellos que tuvimos problemas de dicción y que fuimos obligados a leer en voz alta con un lápiz en la boca.

Recuérdalo: no estás solo.

jueves, 20 de enero de 2011

Rolando del Porto, alias Rolando el dibujante




Cuando hablaba con Rolando del Porto siempre terminábamos bromeando con citas de poemas ridículos o letras de tango. La última vez que lo vi yo acababa de firmar mi renuncia y él me acompañó sonriente a esperar el ascensor. Nos dimos un buen abrazo –los dos sabíamos que si yo no trabajaba en publicidad, no nos veríamos en un buen tiempo-, y después me despeinó con la mano mientras decía:
- El día que decidas ser calvo, llamame, que te enseñaré a pintarte pelo en el espejo...  Y no te pierdas, Juancito.

Oí que el ascensor se abría detrás de mí y le respondí parafraseando unos versos de Andrés Eloy Blanco:
- No te diré adiós, no te diré hasta luego. Me iré caminando de espaldas para que creas que voy a volver. 

Y así lo hice. Sin dejar de observar a Rolando entré caminando de espaldas al ascensor y entonces choqué con un tipo que venía de comprarse un café con leche en la máquina del piso de arriba. Pidiendo disculpas y todavía con el brazo chorreando líquido, vi a Rolando por última vez, cagado de risa al otro lado de la puerta del ascensor que se cerraba.
- Juancito... ¡Qué boluuudo!



Durante el tiempo que has pasado leyendo este post, Rolando del Porto ya habría terminado de dibujar una viñeta y estaría comenzando la segunda. Era el lápiz más rápido de España y de medio planeta, y presenciar la tranquilidad y la fuerza con que dibujaba no era más que una de las razones por las que muchos lo llamábamos maestro. Cada trazo era como un certero golpe de kung-fú que se ha convertido en caricia después de años y años de práctica. Y mientras dibujaba podía hablar sin que le temblara el pulso y el sentido del humor. Contaba historias y chistes sin parar y encima, era capaz de hacer algo inusual en esta época: Rolando escuchaba a los demás.  


Rolando era un artista que llegó a trabajar con Alberto Breccia y que yo admiraba y consideraba mi Fontanarrosa personal. Tenía facilidad para la ironía y el piropo desalmado, y tenía buen gusto para los sombreros (usaba un Stetson marrón de ala ancha) y unos conocimientos increíbles sobre comics de los setenta y ochenta, los árboles frutales y las navajas francesas. Muchas veces traía a la oficina bolsas de ciruelas que recogía en su casa y un día que me vio demasiado triste, vino y me trajo una castaña de la suerte. La tarde en que me la dio comimos con Albert Coloma y entre los dos me sacaron del hueco. Después, cuando volvimos a la oficina, le pregunté si no era desesperante el hecho de pasar años y años dibujando storyboards para spots publicitarios donde casi todo el mundo aparecía sonriendo. 

Y Rolando se quedó serio por un momento y yo sólo pude imaginar las miles de sonrisas que habría dibujado en su vida, estuviera alegre, triste o con ganas de romperle una silla en la cabeza a alguien.     










Creo que Rolando podía dibujar casi cien viñetas al día. Algo inimaginable para la mayoría de dibujantes que he conocido en mi vida. Se sentaba con su mesita portátil, los lápices y las fotocopias con los marcos de las viñetas y ya no paraba. Una mañana noté que parecía molesto y le pregunté si le pasaba algo. Me mostró un lápiz muy pequeño y me dijo:
- Ya no hacen más los lápices 2B. Se han extinguido.

O eran lápices 3B o 5B, no lo sé, no lo recuerdo. Pero luego lanzó el lapicito y dio un manotazo en la mesa.
       - ¡Este es un mundo que se acaba antes de haberse terminado! ¡Un mundo de eyaculadores precoces!











Rolando era un artista que para vivir escogió un práctica muy extenuante y efímera: los storyboards. Me refiero a miles y miles de dibujos hechos a lo largo de una vida. Miles y miles de dibujos que se usaron y luego terminaron en una papelera. Dibujos desechables, de los que pareciera que no queda nada, ni de ellos ni de la persona que los dibujó. 

Vamos, en cierto modo, es coherente con la generosidad de Rolando que uno lo busque en google y no encuentre ni uno de sus stories. Pero a mí me da rabia y dolor que se haya ido sin que nos volviésemos a ver. Y bueno, guardaba estos dibujos suyos y con ellos quiero rendirle un pequeñísimo homenaje a una persona tan grande y maravillosa. Me da igual que él mismo me insulte desde el más allá.

Un abrazo a toda su familia y a todos los que lo conocieron y extrañan. 

Gracias por todo Rolando. Gracias, porque llevarte adentro es algo muy bueno. 
Y claro que sigo guardando mi castaña de la suerte.