lunes, 24 de enero de 2011

Monument a l'art de la dicció - Monumento al arte de la dicción - Monument to the Art of Diction * Carrer Comerç (El Born)


Este monumento está dedicado a todos aquellos que tuvimos problemas de dicción y que fuimos obligados a leer en voz alta con un lápiz en la boca.

Recuérdalo: no estás solo.

jueves, 20 de enero de 2011

Rolando del Porto, alias Rolando el dibujante




Cuando hablaba con Rolando del Porto siempre terminábamos bromeando con citas de poemas ridículos o letras de tango. La última vez que lo vi yo acababa de firmar mi renuncia y él me acompañó sonriente a esperar el ascensor. Nos dimos un buen abrazo –los dos sabíamos que si yo no trabajaba en publicidad, no nos veríamos en un buen tiempo-, y después me despeinó con la mano mientras decía:
- El día que decidas ser calvo, llamame, que te enseñaré a pintarte pelo en el espejo...  Y no te pierdas, Juancito.

Oí que el ascensor se abría detrás de mí y le respondí parafraseando unos versos de Andrés Eloy Blanco:
- No te diré adiós, no te diré hasta luego. Me iré caminando de espaldas para que creas que voy a volver. 

Y así lo hice. Sin dejar de observar a Rolando entré caminando de espaldas al ascensor y entonces choqué con un tipo que venía de comprarse un café con leche en la máquina del piso de arriba. Pidiendo disculpas y todavía con el brazo chorreando líquido, vi a Rolando por última vez, cagado de risa al otro lado de la puerta del ascensor que se cerraba.
- Juancito... ¡Qué boluuudo!



Durante el tiempo que has pasado leyendo este post, Rolando del Porto ya habría terminado de dibujar una viñeta y estaría comenzando la segunda. Era el lápiz más rápido de España y de medio planeta, y presenciar la tranquilidad y la fuerza con que dibujaba no era más que una de las razones por las que muchos lo llamábamos maestro. Cada trazo era como un certero golpe de kung-fú que se ha convertido en caricia después de años y años de práctica. Y mientras dibujaba podía hablar sin que le temblara el pulso y el sentido del humor. Contaba historias y chistes sin parar y encima, era capaz de hacer algo inusual en esta época: Rolando escuchaba a los demás.  


Rolando era un artista que llegó a trabajar con Alberto Breccia y que yo admiraba y consideraba mi Fontanarrosa personal. Tenía facilidad para la ironía y el piropo desalmado, y tenía buen gusto para los sombreros (usaba un Stetson marrón de ala ancha) y unos conocimientos increíbles sobre comics de los setenta y ochenta, los árboles frutales y las navajas francesas. Muchas veces traía a la oficina bolsas de ciruelas que recogía en su casa y un día que me vio demasiado triste, vino y me trajo una castaña de la suerte. La tarde en que me la dio comimos con Albert Coloma y entre los dos me sacaron del hueco. Después, cuando volvimos a la oficina, le pregunté si no era desesperante el hecho de pasar años y años dibujando storyboards para spots publicitarios donde casi todo el mundo aparecía sonriendo. 

Y Rolando se quedó serio por un momento y yo sólo pude imaginar las miles de sonrisas que habría dibujado en su vida, estuviera alegre, triste o con ganas de romperle una silla en la cabeza a alguien.     










Creo que Rolando podía dibujar casi cien viñetas al día. Algo inimaginable para la mayoría de dibujantes que he conocido en mi vida. Se sentaba con su mesita portátil, los lápices y las fotocopias con los marcos de las viñetas y ya no paraba. Una mañana noté que parecía molesto y le pregunté si le pasaba algo. Me mostró un lápiz muy pequeño y me dijo:
- Ya no hacen más los lápices 2B. Se han extinguido.

O eran lápices 3B o 5B, no lo sé, no lo recuerdo. Pero luego lanzó el lapicito y dio un manotazo en la mesa.
       - ¡Este es un mundo que se acaba antes de haberse terminado! ¡Un mundo de eyaculadores precoces!











Rolando era un artista que para vivir escogió un práctica muy extenuante y efímera: los storyboards. Me refiero a miles y miles de dibujos hechos a lo largo de una vida. Miles y miles de dibujos que se usaron y luego terminaron en una papelera. Dibujos desechables, de los que pareciera que no queda nada, ni de ellos ni de la persona que los dibujó. 

Vamos, en cierto modo, es coherente con la generosidad de Rolando que uno lo busque en google y no encuentre ni uno de sus stories. Pero a mí me da rabia y dolor que se haya ido sin que nos volviésemos a ver. Y bueno, guardaba estos dibujos suyos y con ellos quiero rendirle un pequeñísimo homenaje a una persona tan grande y maravillosa. Me da igual que él mismo me insulte desde el más allá.

Un abrazo a toda su familia y a todos los que lo conocieron y extrañan. 

Gracias por todo Rolando. Gracias, porque llevarte adentro es algo muy bueno. 
Y claro que sigo guardando mi castaña de la suerte.